martes, 22 de septiembre de 2009

ALQUIMIA Y CHAMANISMO




S.´.L.´. ANANDA II & F.´.L.´. ARIELL CHRIS
El hombre en su necesidad constante de progreso y avance tecnológico, con el pasar del tiempo ha ido poco a poco despreciando la forma de pensamiento simbólico y mítico, considerándolo como mera fantasía de los pueblos primitivos así como contraproducentes para su evolución.Las culturas de los pueblos antiguos (Babilonios, Egipcios, Mayas, entre otros) desarrollaron un complejo sistema de pensamiento abstracto/sagrado siendo la Qabalah, la Alquimia, la Astrología y El Tarot manifestaciones que llegaron hasta nosotros, pero que aún son consideradas por los profanos puras supersticiones. Este conocimiento universal se expresa fundamentalmente a través de símbolos que los iniciados están obligados a dominar ya que las imágenes míticas otorgan la posibilidad de conexión con el sendero sagrado y la memoria de la naturaleza, lo cual resulta totalmente inaccesible por medio del pensamiento lógico.Dentro de la historia de la Psicología, fue C. G. Jung quien recuperó estos conocimientos herméticos y traduciéndolos a un lenguaje psicológico, logró introducirlos en la cultura occidental moderna, revalorizándolos. Su misión estuvo encaminada en comprender las manifestaciones del inconsciente: sueños, fantasías, visiones, alucinaciones, que apareciendo de forma aparentemente confusa, inconexa y caótica debían encerrar un significado y un sentido.Es por esto que ante las imágenes que proporciona el mundo oscuro se podrían tomar dos actitudes básicas: o dejarlas pasar de largo –lo que significa que a la larga se seguirán presentando cada vez con mayor fuerza y hasta bajo forma de síntoma físico- o asumir el compromiso de trabajar con el material que presentan e intentar darle un sentido y significado personal para integrarlo a la conciencia. Fue esta la elección de Jung, quien, a partir de su propia experiencia arquetípica tejió su teoría, amplificándola a través de los años mientras recorría y vivía su mito personal. Sin saberlo, Jung era guiado por fuerzas invisibles a cumplir un rol chamánico.En las tribus animistas, el sacerdote llamado chamán era quien poseía la llave para penetrar en el mundo de los espíritus y así ser mediador entre la voluntad de los Dioses y los hombres. Su rol de historiador, sanador, sabio consejero y jefe espiritual no le era otorgado al azar. El candidato a Chamán era identificado por determinadas señales que iba mostrando a lo largo de su niñez y pubertad, que consistían en síntomas físicos y psíquicos particulares: aislamiento, convulsiones, visiones terroríficas, enfermedades físicas desconocidas, lenguaje incoherente, etc. Hacia los 15 años se aislaba al candidato en una gruta y se lo sometía a una rigurosa iniciación, la cual consistía en someterlo a pruebas que implicaban la confrontación con el mundo de los espíritus elementales de la naturaleza. En esta lucha cruenta si el candidato salía victorioso los elementales lo servían como aliados e intermediarios con otros espíritus dotándolo de poderes sanadores, del don para interpretar sueños, la capacidad para viajar en tiempo y espacio, la magia para adoptar formas animales diversas y el conocimiento curador de las hierbas. Si fracasaba en la prueba, sería vencido por estas mismas fuerzas bajo forma de muerte o enfermedad, locura y sufrimiento constante. Hay que recalcar que este mismo resultado era la consecuencia de rechazar la experiencia iniciática por temor.En su autobiografía Recuerdos, Sueños y Pensamientos, Jung describe esta misma experiencia a través de la que entra en contacto con los contenidos de sus sueños y visiones, la oscuridad y riqueza de su psique y el enfrentamiento con sus dudas y temores, debido a las imágenes que el inconsciente le proporcionó durante los años 1912-1920. Fueron para Jung "la materia prima de un trabajo que duró toda la vida". Necesitaba hallar la respuesta a las inquietudes que las teorías y los dogmas no habían podido ofrecerle.Después de la ruptura con Freud, para Jung comenzó un período de confusión, se daba cuenta que no poseía un marco de referencia teórico en el cual basarse, por lo que asumió una actitud de tipo "vivencial". Trabajaba con sus pacientes sin seguir reglas preestablecidas y trataba de ayudarlos a entender las imágenes oníricas que éstos le proporcionaban a través de la intuición y su propio trabajo personal de introspección. Sentía que podía obtener ayuda de la mitología para acceder al mundo del inconsciente, sin embargo ésta no le ofrecía mayores respuestas ya que aún no había logrado descifrar su propio mito.En un sueño de 1912 Jung entra en contacto con imágenes relacionadas con muertos y con la leyenda alquímica de Hermes Trimegisto, intenta dar significado al sueño, pero se da por vencido pensando que lo mejor es "seguir viviendo", tratando de prestar atención a las fantasías e imágenes que se presentarían. Otro sueño en cuyo contenido aparecían tumbas de muertos que volvían a la vida a medida que Jung los observaba, le sugería la existencia de restos arcaicos inconscientes que cobran vida a través de la psique; este contenido le sirvió posteriormente para formular su teoría sobre los arquetipos.Todo este material simbólico aportado por los sueños Jung no lograba comprenderlo y vencer así el estado de desorientación, sentía una gran opresión interna y llegó a pensar que sufría algún tipo de trastorno psíquico. A través de una revisión de los acontecimientos concretos de su vida intentó encontrar alguna explicación a su confusión, pero siendo este camino también infructuoso, decidió entregarse por completo al mundo del inconsciente.Lo primero que recordó fue un episodio de su infancia cuando solía construir casas y castillos con piedra y fango. Este recuerdo sirvió de conector con su parte más genuina y creativa, por lo que decidió revivir ese momento retomando esta actividad de "construcción". Empezó a crear una ciudad en la cual colocó una iglesia, pero notó que se resistía a colocar el altar. Un día, caminando cerca del lago, encontró una pequeña piedra piramidal de color rojo, y al verla comprendió que debía tratarse del altar. En el momento que la colocó en su sitio, volvió a su mente el recuerdo del falo subterráneo que había soñado de niño, y sintió un gran alivio. Parecía que el inconsciente lo estaba guiando a la comprensión de aquellas cosas que en el pasado no habían tenido respuesta.A medida que realizaba esta actividad de construcción, sentía que sus pensamientos se aclaraban y que se encontraba en el camino adecuado para descubrir su propio mito. Desde este momento Jung afirma que a lo largo de su vida, en los momentos de oscuridad, recurría a la creatividad como una puerta de entrada a los pensamientos e ideas que quería desarrollar.En el otoño de 1913, el sentimiento de opresión interna parecía cobrar vida externamente a través de hechos concretos. Se le comenzaron a presentar visiones repetitivas que profetizaban una gran catástrofe de tipo colectivo donde predominaban contenidos de muerte y acontecimientos de sangre, mientras que una voz interna le aseguraba que todo lo que percibía era cierto. Jung no lograba explicar estas visiones y llegó a pensar que estaba psicótico. Las visiones duraron casi un año, con intervalos de meses entre unas y otras; todas aludían al mismo contenido. En Agosto de 1914 comenzó la primera guerra mundial. En ese momento Jung comprendió que existía una conexión entre su experiencia personal y la colectiva, por lo que sintió la necesidad de explorar a fondo su propia psique y comenzó a anotar todas las fantasías que le llegaban en sus momentos de juego y construcción, cuando daba rienda suelta a su creatividad.Comienza un período en el cual es invadido por toda clase de fantasías e imágenes, afirmaba sentirse indefenso ante este mundo difícil e incomprensible pero a la vez intuía la protección convencido de tener que obedecer a una "voluntad superior". Recurría a ejercicios de yoga para dominar sus emociones y encontrar calma para así sumergirse de nuevo en su enfrentamiento con el inconsciente. Traducía sus emociones en imágenes, en un intento por entenderlas y no ser poseído por ellas. Esta vivencia le sirvió de herramienta para el proceso terapéutico, es decir: no quedarse en la emoción sino llegar a las imágenes subyacentes.Jung concebía este choque con el inconsciente como un experimento científico sobre sí mismo, donde las mayores dificultades radicaban en el dominio de sus sentimientos negativos así como en la incomprensión del material que surgía de su psique, lo que le producía resistencia, oposición y temor. Temía perder el control y ser poseído por los contenidos del inconsciente, pero al mismo tiempo sabía que no podía pretender que sus pacientes hicieran aquello que él no podía hacer consigo mismo. A pesar que consideraba una experiencia penosa someterse a esto, sentía que el destino se lo exigía. Obtenía las fuerzas para enfrentarse en esta lucha en la idea que no era sólo por su bien, sino por el de sus pacientes. Por otro lado, la familia y la actividad profesional fueron ingredientes indispensables para ayudar a Jung en todo este proceso. Ambas le recordaban que era un hombre común. El mundo real y cotidiano complementaba su extraño mundo interior y representaba la garantía de su normalidad. Jung afirma que esto marcó la diferencia entre él y Nietzsche, quien había perdido el contacto con la realidad y vivía sumergido en su mundo interno caótico.Surgieron entonces dos imágenes importantes. La primera aludía a transformación, muerte y renacimiento, mientras que la segunda le sugería que debía dejar de identificarse con el héroe, aniquilar su actitud consciente y apartar la voluntad. Es decir, abandonar las demandas del Ego para poder acceder a la conciencia transpersonal.En otra imagen encontraba a dos figuras bíblicas: Elías y Salomé - acompañadas por una serpiente negra- quienes afirmaban que pertenecían a la eternidad. Jung interpretó estas figuras como la personificación de Logos y Eros. Sin embargo sentía que esta era una explicación demasiado intelectual por lo que prefirió pensar que eran la manifestación de procesos profundos del inconsciente.Posteriormente aparecería en sueño otra figura llamada por Jung "Filemón". Era un viejo con cuernos y alas de martín pescador, que llevaba consigo 4 llaves. Con él, Jung conversaba y Filemón le decía cosas que le eran desconocidas, le enseñó la "objetividad psíquica", lo que ayudó a Jung a distinguir entre sí mismo y los objetos de sus pensamientos. Para Jung esta imagen representaba una inteligencia superior, un gurú espiritual que le comunicaba pensamientos iluminados. Más tarde surgió la imagen de "Ka" quien representaba una especie de demonio de la tierra, un espíritu de la naturaleza, que en cierta medida complementaba la figura de Filemón.Mientras Jung anotaba sus fantasías, se preguntaba qué era en realidad lo que estaba haciendo, ya que ciertamente no se trataba de ciencia. Una voz femenina que provenía de su interior -que Jung asociaba con la voz de una de sus pacientes- le respondió que "era arte". Él se oponía a pensar que fuera arte, sin embargo dejó fluir a esta "mujer interior", aunque se sentía asustado ante esta presencia desconocida. La llamó "anima", refiriéndose a la figura interna femenina arquetípica del hombre, mientras que el "animus" representaba la figura masculina. Describió los aspectos negativos del "anima" como seducción, astucia y ambigüedad pero con la cualidad de ser la mediadora entre la conciencia y el inconsciente. Jung afirma que durante años se sirvió de su "anima" para acceder a los contenidos de su inconsciente, mientras que en su vejez ya no recurría a ella porque lograba captar estos contenidos de forma directa.A través de su "anima", Jung lograba establecer un diálogo con el inconsciente, acceder a los contenidos del mismo y disminuir la autonomía que ejercía sobre su persona. El poder que tenían las imágenes se volvió menos violento. Ya no había un asalto del inconsciente hacia la conciencia, sino que se establecía un intercambio dinámico creativo.Estas fantasías Jung las escribió en el "Libro Negro" y posteriormente en el "Libro Rojo", en el cual se encuentran sus mandalas y las ilustraciones realizadas por él mismo. Sin embargo sentía que no lograba poner en palabras aquello que experimentaba, por lo que prefirió dedicarse en profundidad a la comprensión de las imágenes para así sacar conclusiones concretas de los mensajes que el inconsciente le sugería. Esta fue la tarea de su vida, ya que sentía una responsabilidad moral. Afirmaba que el hombre no puede limitarse a ver surgir las imágenes y sorprenderse ante ellas, debe comprenderlas porque de otro modo está condenado a vivir de forma incompleta. "Es grande la responsabilidad humana ante las imágenes del inconsciente".En 1916 Jung experimenta una nueva visión: su alma volaba fuera de él, lo que interpretó como la posibilidad de conectarse con la tierra de los muertos, de los antepasados o del inconsciente colectivo. Poco después de esta visión percibía la presencia de espíritus que habitaban la casa -también sus hijos los percibían-, hasta que una tarde los espíritus tocaron el timbre gritando "Regresamos de Jerusalén, donde no encontramos aquello que buscábamos". Jung entonces escribe durante tres noches los "Septem Sermones ad Mortuos" y posteriormente los espíritus desaparecieron. Afirma que esta experiencia debía ser tomada por lo que fue: la manifestación externa de un estado emotivo favorable a la aparición de fenómenos parapsicológicos. La evasión de su alma lo había conectado con los espíritus. Estos escritos, que son diálogos con los muertos, Jung los considera una preparación de aquello que debía comunicar al mundo acerca del inconsciente y sus contenidos.En este período Jung se encuentra frente a una encrucijada: o seguir aquello que le dictaba su mundo interno, o continuar con su profesión académica. Consideraba que no podía seguir enseñando a los estudiantes cuando en su interior había sólo dudas. Decide entonces dejar su puesto como docente en la universidad porque "sentía que me estaba ocurriendo algo grandioso", y él necesitaba descubrirlo o entenderlo antes de poder compartirlo públicamente. Como consecuencia de esta decisión, inicia un período de soledad ya que no puede compartir sus pensamientos con los demás: no lo hubieran comprendido. Ni siquiera él lograba entender las contradicciones entre su mundo interno y el externo. Sólo cuando pudiera demostrar que los contenidos psíquicos eran reales y colectivos, entonces, en ese momento podría comunicar su nueva visión sobre la psique. El riesgo era grande, ya que si no lo comprendían quedaría totalmente aislado.Entre los años de 1918-19 empezó a salir de la oscuridad en la que se hallaba, y esto lo atribuyó a dos factores: por un lado, se distanció se la voz femenina que quería convencerlo que sus fantasías eran de valor artístico y por otro, comenzó a comprender los mandalas. Todos los días dibujaba pequeñas figuras circulares a través de las cuales observaba sus transformaciones psíquicas. Las consideraba la totalidad del "Self". A medida que las dibujaba se planteaba la finalidad de esta actividad, pero sabía que no podía comprender el significado a priori, sino a través del proceso en sí. Se daba cuenta que el desarrollo de la psique no era un proceso lineal sino circular, que "todo tiende hacia el centro". Esta certeza le permitió encontrar paz interior y estabilidad. Era como si él mismo estuviera encontrando su propio centro.En 1927 tuvo un sueño que confirmaba esta idea y lo representó a través de un mandala que tituló "Ventana hacia la Eternidad". En el sueño Jung se encontraba en una ciudad de forma circular, en un ambiente nublado y oscuro, en compañía de algunos suizos. A pesar de este ambiente opaco, en el centro de la ciudad había una plaza con una pequeña isla en el centro donde se hallaba un árbol de magnolias que tenía luz propia. Sólo Jung había notado esta presencia de luminosidad, y entonces comprendió que esa era la meta. Respecto a este sueño Jung afirma " El centro es la meta y todo se dirige hacia el centro. Gracias a este sueño comprendí que el "Self" es el principio y el arquetipo de la orientación y del significado... reconocerlo para mí quiso decir tener la intuición inicial de mi propio mito”.Sin esta imagen hubiera perdido la orientación y abandonado el camino que había iniciado, después de tanta oscuridad dicha imagen debía concebirse como un "acto de gracia", como la manifestación de lo numinoso.Al año siguiente dibujó otro mandala que tenía un castillo de oro en el centro, la forma y los colores le sugerían un estilo chino. De manera sincrónica R. Wilhelm le enviaba una carta con un manuscrito de un tratado de alquimia taoísta titulado "El misterio de la flor de oro". Esta coincidencia ayudó a Jung a salir de su soledad, ya que le daba la esperanza que existían personas con las cuales podía tener afinidad y compartir sus ideas.Para Jung estos fueron los años más importantes de su vida: sin cortar los lazos con su realidad de hombre común y a pesar de la soledad, tomó el riesgo de sumergirse en su propia oscuridad tratando de encontrarle un significado y una finalidad a todo aquello que experimentaba. Asumió la responsabilidad de analizar y comprender el material que el inconsciente le proporcionaba y fue en la búsqueda de su propio mito.

ALQUIMIA GRIEGA



Los orígenes de la química se pierden en la noche de los tiempos. Estos orígenes son técnicos y mágicos a la vez. Cuando se funda la civilización griega, ya se conocen el cobre, el bronce y el hierro; el oro y la plata se usan para ornamentos y el plomo fácil de trabajar estálejos de ser ignorado. Se conoce la manera de obtener tintes (púrpura del múrex), de fundir los esmaltes y desde la más remota antiguedad, se extrae el cinabrio (sulfuro rojo), un líquido brillante como la plata, muy pesado y que posee todas las propiedades de un metal.Los primeros filósofos griegos, cuyo método de planteamiento de la mayor parte de los problemas era teórico y especulativo, llegaron a la conclusión de que la tierra estaba formada por unos cuantos elementos o sustancias básicas. Empédocles de Agriento, alrededor del 430 a.C. estableció que tales elementos eran cuatro: tierra, aire, agua y fuego. Un siglo más tarde, Aristóteles supuso que el cielo constituía un quinto elemento, el éter. Los griegos creían que las substancias de la tierra estaban formadas por las distintas combinaciones de estos elementos en distintas proporciones.Los griegos se planteaban la cuestión de si la materia era continua o discontinua, es decir si podía ser dividida y subdividida indefinidamente en un polvo cada vez más fino, o si, al término de este proceso se llegaría a un punto en el que las partículas fuesen indivisibles. Leucipo de Mileto y su discípulo Demócrito de Abdera (aprox 450 a.C.) insistían en que la segunda hipótesis era la verdadera. Demócrito dio a éstas partículas el nombre de átomos (o sea no divisible). Llegó incluso a sugerir que algunas substancias estaban compuestas por diversos átomos o combinaciones de éstos. También pensaba que una sustancia podía convertirse en otra al ordenar sus átomos de diferente manera. Si tenemos en cuenta que es sólo una sutil hipótesis, es sorprendente la exactitud de esta intuición. Pese a que la idea pueda parecer hoy evidente, estaba muy lejos de serlo en la época en que Platón y Aristóteles la rechazaron.En el 600 a.C. el filósofo griego Tales de Mileto descubrió que una resina fósil descubierta en las playas del Báltico, a la cual nosotros llamamos ámbar y ellos llamaron elektron tenía la propiedad de atraer plumas, hilos o pelusa al ser frotada con un trozo de piel.El pensamiento alquímico de la antigua Grecia se basó en teorías y especulaciones y muy pocas veces en la experimentación. Muchas de las escrituras griegas del tema se conservaron y despertó el estudio de ésta ciencia en la edad media

ALQUIMIA ARABE




La alquimia árabe es tan misteriosa en sus orígenes como la griega. Durante los califatos de los Abasidas desde 750 a 1258, floreció en Arabia una escuela de farmacia. El primer trabajo conocido de esta escuela es la obra que se difundió en Europa en su versión latina titulada De alchemia traditio summae perfectionis in duos libros divisa, atribuido al científico y filósofo árabe Abú Musa al-Sufí, conocido en Occidente como Geber; este trabajo, que podemos considerar como el tratado más antiguo sobre química propiamente dicha, es una recopilación de todo lo que se creía y se conocía por entoncesAlgunos historiadores sugieren que la alquimia árabe desciende de una escuela asiática occidental mientras que la alquimia griega desciende de una escuela egipcia. Esta escuela asiática no es ni china ni india. Se puede afirmar que la alquimia árabe estaba asociada con una ciudad específica en Siria, Harran, que, según parece, fue en la que se desarrollaron la mayor parte de los conocimientos alquímicos árabes.Los alquimistas árabes trabajaron con oro y mercurio, arsénico y azufre, y sales y ácidos, y se familiarizaron con una amplia gama de lo que actualmente llamamos reactivos químicos. Ellos creían que los metales eran cuerpos compuestos, formados por mercurio y azufre en diferentes proporcionesEl alquimista árabe más grande fue seguramente AR Razí (850-923), un científico persa que vivía en Baghdad. Ar Razí clasificó a los materiales usados por el alquimista en cuerpos (a los metales): piedras, vidrio, sales, etc. Y espíritus: mercurio, azufre, amoníaco, etc. El real objetivo de éstos alquimistas era el de producir oro por medio de reacciones catalíticas de ciertos elementos. Ar Razí escribió un libro sobre las aguas fuertes que según los estudiosos del tema no eran más que soluciones de sal corrosiva.Las escrituras de Ar Razí representan el apogeo de la alquimia árabe. No se sabe si se dedicó a la medicina que siguió siendo independiente aunque hubo una tendencia árabe de dar mayor énfasis a los remedios minerales que a los provenientes de plantas que fueron los remedios por excelencia en la cultura griega.Allá por el año 670 d.C., un alquimista sirio, Calínico, inventó según se cree el fuego griego. Era una mezcla de cal viva, petróleo y azufre a la que se le atribuye la salvación de Constantinopla cuando los musulmanes le pusieron sitio por primera vez. Al entrar en contacto con el agua la cal viva se encendía y el petróleo ardía en llamas. Muchos de los escritos árabes revelaban un carácter místico que contribuía poco al avance de la química, pero otros intentaban explicar la transmutación en términos físicos. Los árabes basaban sus teorías de la materia en las ideas aristotélicas, pero su pensamiento tendía a ser más específico, sobre todo en lo referente a la composición de los metales. Ellos creían que los metales consistían en azufre y mercurio, no propiamente estas sustancias que conocían muy bien, sino más bien el principio del mercurio, que confería la propiedad de fluidez a los metales, y el principio del azufre que convertía en combustibles a las sustancias y corroía a los metales. Las reacciones químicas se explicaban en términos de cambios en las cantidades de esos principios dentro de las sustancias materiales

domingo, 13 de septiembre de 2009

LA FRATERNIDAD COMO PRINCIPIO PARA CONJUGAR LA LIBERTAD Y LA IGUALDAD





Es indudable que el espíritu de la Masonería Universal, y el pensamiento avanzado y precursor de distinguidos Maestros Masones, se ha hecho sentir en el ámbito de todos los pueblos de la Tierra, a través de las diversas doctrinas sociopolíticas modernas, tendientes a resolver los problemas sociales de la humanidad.
Nuestros preceptos de Libertad, Igualdad y Fraternidad, como en el pasado, serán los medios y la norma de conducta para estas soluciones; y como entonces, no serán conducentes sino hasta que hagamos conciencia de su verdadera naturaleza y contenido; el cambio ya se está operando en el hombre, ya se siente, pero se necesitarán varias generaciones para alcanzar su desarrollo, integral.
Los principales obstáculos a dicha realización somos nosotros mismos, los seres humanos: en lo individual somos egoístas, viciosos, acomplejados, sucios (mental y físicamente), ignoramos los derechos de los demás y nos agredimos unos a otros con torpeza increíble; en lo social o colectivo el progreso se ve entorpecido por los intereses creados de grupos políticos, religiosos, económicos y otros, siempre guiados mezquinamente y con deseos de poder mal entendido. En síntesis: el hombre es enemigo del hombre, de sí mismo y por el hombre. En consecuencia, si el problema fundamental es el estado mental del hombre, cambiémoslo mediante una real y verdadera reeducación del adulto y una más inteligente educación del niño. Es inútil cambiar básicamente las estructuras sociales, mientras no haya hombres íntegros y bien preparados que las hagan operativas; mientras no seamos hermanos. Sólo bajo este principio fundamental serán realidad práctica las soluciones a los problemas de la humanidad, y por lo tanto la efectiva y plena conjugación viable de la igualdad y de la libertad. Ya la mística masónica conlleva muy arraigados estos propósitos; pero la Masonería por sí sola no basta, es nuestra la responsabilidad de todos los masones en particular y de toda la humanidad en general. Por lo que a nosotros nos toca, hagamos el papel con dignidad; entendamos y practiquemos la fraternidad empezando aquí en casa, imbuidos de un verdadero amor universal y seremos los “nervios motores” de ese cambio en lo individual y en lo social. La fraternidad pondrá en equilibrio las fuerzas contrarias, generando con ello la luz de la verdad, la cual engendra la libertad, justifica la igualdad y proporciona la llama inextinguible del amor y el respeto entre los hombres.
La fraternidad se fundamenta en la experiencia de que todos somos UNO en lo universal. Las diferencias en talento, conocimiento, etc., son despreciables en comparación con la identidad de la esencia humana, común a todos los hombres; desde donde se puede contemplar como principio básico en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, la igualdad; y por necesidad la máxima libertad para todos, de facto y de legis.
Desde siempre ha existido en el hombre esa lucha por la libertad, palabra mágica, que ha producido grandes gestas, en las que ha luchado en contra de sus opresores (otros hombres). Es tiempo que el hombre aprenda a respetarse a sí mismo y a los demás, y no resuelva o crea resolver sus problemas, por medio de guerras sangrientas. Es necesario tomar el ejemplo de un Mahatma Ghandi, que logra para su Patria esa libertad a través del Derecho y de la fraternidad.
Es difícil, aunque no imposible, definir los conceptos de libertad, Igualdad y Fraternidad, dejemos esto en manos de los eruditos; mientras tanto nosotros meditemos y realicemos su verdadera esencia, tanto en lo individual como en lo colectivo. El mejor camino para la libertad, en lo individual, es conocer las Leyes Universales y aprender a manejarlas, y vivir en armonía con ellas; en lo colectivo la “llave de oro”, ya definimos, es la paternidad que implica en sí misma el respeto mutuo. En resumen, no hacer lo que no debemos hacer (por ser contrario a las leyes y a nuestra propia naturaleza) y hacer lo que debemos hacer, con amor fraternal, y así la vida nos ame a nosotros; es decir, tengamos lo que merezcamos en función de nuestros propios actos.
En la fe inquebrantable del hombre nace la esperanza de alcanzar su libertad, y lo logra, como ya dijimos, cuando alcanza la verdad, es decir, cuando se restituye al marco de la ley natural, que mantiene en equilibrio el Universo; en cambio el libertinaje, o sea el hacer las cosas como se nos da la gana, movidos por nuestra ignorancia, no podemos darle el nombre de libertad. La sabiduría nos lleva de la mano a ella.
La igualdad brinda un sinnúmero de facetas. La Masonería nos conduce por ese arduo camino, que nos permita entender que todo hombre presente o ausente, conocido o desconocido, de cualquier raza y credo es igual a nosotros mismos, merecedor de iguales derechos y obligaciones, aun en el caso de aquéllos que por razones de orden fisiológico o bien engendros del vicio, parias de la sociedad, que presentan manifestaciones irreversibles, también deberá considerársele dentro del marco de la igualdad. Aprendamos de los mayas, eternos educadores del mundo, que decían In-la-Keich (Tú eres Yo mismo), en el más bello ejemplo de igualdad y fraternidad, porque eran libres por su avanzado desarrollo.
El hombre es igual a otro en los principios generales que nos engendran aunque en los aspectos secundarios seamos “distintos”... Hay que hacer notar que la igualdad, como los otros dos preceptos, debemos considerarlos como “estados de conciencia”, como parte de nosotros mismos que proyectamos hacia los demás.
LA LIBERTAD EN RELACION CON LA IGUALDAD
En lo social se ha creído que la libertad es un término concomitante con la igualdad, pero esto solamente puede producirse en una sociedad avanzada, en donde todos los miembros vivan la vida íntegramente (humanismo integral) y cuenten con lo necesario para sufragar sus necesidades primarias (hogar, vestido, sustento y educación), y obtengan de acuerdo con sus aptitudes, la misma oportunidad para lograr su óptimo desenvolvimiento y el éxito entre sus semejantes; y así se enriquezca la sociedad humana con seres útiles.
Estos preceptos en apariencia contradictorios no lo son realmente, antes bien se complementan. La libertad, dicen algunos, es individualista y la igualdad colectivista y estandarizante; debemos rebelarnos a estos conceptos limitativos, “Ser en un sentido no implica, no ser en el otro”; ambos son compatibles. No debemos olvidar, como miembros activos de las prácticas masónicas y por ende perpetuadores de sus doctrinas, que será eterna para la Masonería Universal, la Triada Mística integrada por la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad, la que verdaderamente una a los hombres como verdaderos hermanos, y los lleve a su plena realización.
La formación masónica tiene todos los elementos para lograr ese avance en el ser humano; el masón puede vencer en sus propósitos de perfectibilidad y ayudar a sus semejantes. La tolerancia y la fraternidad deben ser nuestra guía, para evitar toda aspereza o disonancia entre nosotros.
Propugnemos por la paz en lugar de la guerra, por la libertad en vez del libertinaje, por el amor en sustitución del odio, en fin, lo positivo en lugar de lo negativo. Enarbolad esa Triada maravillosa de Libertad, Igualdad y Fraternidad como elementos constructores de una nueva humanidad.
Jose Lopez Sanchez

LA ACACIA




Como el muérdago entre los druidas, la "rama de oro" en las tradiciones greco-latinas, el ramo o las palmas en el Cristianismo y el sauce en las iniciaciones taoístas, la acacia es en la Masonería una planta sagrada que simboliza la resurrección y la inmortalidad. Su verdor perenne y la dureza incorruptible de su madera expresan, en efecto, la idea de la vida inextingible que permanentemente renace victoriosa de la muerte. Todos estos elementos simbólicos se integran perfectamente en la simbólica del grado de maestro, cuyo rito de admisión se centra principalmente en la leyenda que describe la muerte y posterior resurrección del maestro Hiram, modelo ejemplar del iniciado masón. En dicha leyenda es una rama de acacia la que permite "descubrir" la tumba donde yace enterrado el cuerpo de Hiram, expresándose así la identidad simbólica que existe entre éste y la propia planta.
La acacia simboliza el conocimiento de los secretos de los "verdaderos maestros masones", de ahí que se la identifique con la posesión efectiva de la maestría, como bien se dice en el Rito Escocés Antiguo y Aceptado : "¿Sois maestro?", a lo que se responde: "La acacia me es conocida". Como nos dice a este respecto O.Wirth: "Conocer la acacia es poseer las nociones iniciáticas conducentes al descubrimiento del secreto de la Maestría. Para asimilar este secreto el adepto debe hacer revivir en él la muerta sabiduría". Para Aldo Lavagnini (Manual del Maestro, p. 51): "Sólo los maestros 'conocen la acacia', reconociendo la realidad de la vida en la apariencia de la muerte, y por consiguiente sólo los maestros poseen la capacidad de vivificar otra vez el cadáver y volverlo a la plena vida".
Asimismo, para René Guénon las espinas de la acacia (de la que se dice estaba hecha la corona de espinas que portaba Cristo en su Pasión) equivalen a los "rayos luminosos", de ahí el carácter eminentemente solar que conserva esta planta, que está presente en las flores amarillas de la mimosa, considerada como una variedad de la acacia. Como el mismo Guénon dice a este respecto: "Se ve, pues, que el simbolismo tiene siempre perfecta coherencia, como debe necesariamente tenerla, por lo demás, ya que no es el resultado de una convención más o menos artificial sino, por el contrario, se funda esencialmente en la naturaleza misma de las cosas".
Según Jules Boucher, la palabra "acacia" procede el griego akakia, que significa "inocencia", o "ausencia de vicios", aludiéndose así a las ideas de "virtud" y de "pureza", en el sentido iniciático y no simplemente moral de ambos términos. Añadiremos que en la tumba de Hiram la acacia se dispone a veces entre la escuadra y el compás, ocupando así una posición eminentemente "central".
FRANCISCO ARIZA