domingo, 13 de septiembre de 2009

LA FRATERNIDAD COMO PRINCIPIO PARA CONJUGAR LA LIBERTAD Y LA IGUALDAD





Es indudable que el espíritu de la Masonería Universal, y el pensamiento avanzado y precursor de distinguidos Maestros Masones, se ha hecho sentir en el ámbito de todos los pueblos de la Tierra, a través de las diversas doctrinas sociopolíticas modernas, tendientes a resolver los problemas sociales de la humanidad.
Nuestros preceptos de Libertad, Igualdad y Fraternidad, como en el pasado, serán los medios y la norma de conducta para estas soluciones; y como entonces, no serán conducentes sino hasta que hagamos conciencia de su verdadera naturaleza y contenido; el cambio ya se está operando en el hombre, ya se siente, pero se necesitarán varias generaciones para alcanzar su desarrollo, integral.
Los principales obstáculos a dicha realización somos nosotros mismos, los seres humanos: en lo individual somos egoístas, viciosos, acomplejados, sucios (mental y físicamente), ignoramos los derechos de los demás y nos agredimos unos a otros con torpeza increíble; en lo social o colectivo el progreso se ve entorpecido por los intereses creados de grupos políticos, religiosos, económicos y otros, siempre guiados mezquinamente y con deseos de poder mal entendido. En síntesis: el hombre es enemigo del hombre, de sí mismo y por el hombre. En consecuencia, si el problema fundamental es el estado mental del hombre, cambiémoslo mediante una real y verdadera reeducación del adulto y una más inteligente educación del niño. Es inútil cambiar básicamente las estructuras sociales, mientras no haya hombres íntegros y bien preparados que las hagan operativas; mientras no seamos hermanos. Sólo bajo este principio fundamental serán realidad práctica las soluciones a los problemas de la humanidad, y por lo tanto la efectiva y plena conjugación viable de la igualdad y de la libertad. Ya la mística masónica conlleva muy arraigados estos propósitos; pero la Masonería por sí sola no basta, es nuestra la responsabilidad de todos los masones en particular y de toda la humanidad en general. Por lo que a nosotros nos toca, hagamos el papel con dignidad; entendamos y practiquemos la fraternidad empezando aquí en casa, imbuidos de un verdadero amor universal y seremos los “nervios motores” de ese cambio en lo individual y en lo social. La fraternidad pondrá en equilibrio las fuerzas contrarias, generando con ello la luz de la verdad, la cual engendra la libertad, justifica la igualdad y proporciona la llama inextinguible del amor y el respeto entre los hombres.
La fraternidad se fundamenta en la experiencia de que todos somos UNO en lo universal. Las diferencias en talento, conocimiento, etc., son despreciables en comparación con la identidad de la esencia humana, común a todos los hombres; desde donde se puede contemplar como principio básico en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, la igualdad; y por necesidad la máxima libertad para todos, de facto y de legis.
Desde siempre ha existido en el hombre esa lucha por la libertad, palabra mágica, que ha producido grandes gestas, en las que ha luchado en contra de sus opresores (otros hombres). Es tiempo que el hombre aprenda a respetarse a sí mismo y a los demás, y no resuelva o crea resolver sus problemas, por medio de guerras sangrientas. Es necesario tomar el ejemplo de un Mahatma Ghandi, que logra para su Patria esa libertad a través del Derecho y de la fraternidad.
Es difícil, aunque no imposible, definir los conceptos de libertad, Igualdad y Fraternidad, dejemos esto en manos de los eruditos; mientras tanto nosotros meditemos y realicemos su verdadera esencia, tanto en lo individual como en lo colectivo. El mejor camino para la libertad, en lo individual, es conocer las Leyes Universales y aprender a manejarlas, y vivir en armonía con ellas; en lo colectivo la “llave de oro”, ya definimos, es la paternidad que implica en sí misma el respeto mutuo. En resumen, no hacer lo que no debemos hacer (por ser contrario a las leyes y a nuestra propia naturaleza) y hacer lo que debemos hacer, con amor fraternal, y así la vida nos ame a nosotros; es decir, tengamos lo que merezcamos en función de nuestros propios actos.
En la fe inquebrantable del hombre nace la esperanza de alcanzar su libertad, y lo logra, como ya dijimos, cuando alcanza la verdad, es decir, cuando se restituye al marco de la ley natural, que mantiene en equilibrio el Universo; en cambio el libertinaje, o sea el hacer las cosas como se nos da la gana, movidos por nuestra ignorancia, no podemos darle el nombre de libertad. La sabiduría nos lleva de la mano a ella.
La igualdad brinda un sinnúmero de facetas. La Masonería nos conduce por ese arduo camino, que nos permita entender que todo hombre presente o ausente, conocido o desconocido, de cualquier raza y credo es igual a nosotros mismos, merecedor de iguales derechos y obligaciones, aun en el caso de aquéllos que por razones de orden fisiológico o bien engendros del vicio, parias de la sociedad, que presentan manifestaciones irreversibles, también deberá considerársele dentro del marco de la igualdad. Aprendamos de los mayas, eternos educadores del mundo, que decían In-la-Keich (Tú eres Yo mismo), en el más bello ejemplo de igualdad y fraternidad, porque eran libres por su avanzado desarrollo.
El hombre es igual a otro en los principios generales que nos engendran aunque en los aspectos secundarios seamos “distintos”... Hay que hacer notar que la igualdad, como los otros dos preceptos, debemos considerarlos como “estados de conciencia”, como parte de nosotros mismos que proyectamos hacia los demás.
LA LIBERTAD EN RELACION CON LA IGUALDAD
En lo social se ha creído que la libertad es un término concomitante con la igualdad, pero esto solamente puede producirse en una sociedad avanzada, en donde todos los miembros vivan la vida íntegramente (humanismo integral) y cuenten con lo necesario para sufragar sus necesidades primarias (hogar, vestido, sustento y educación), y obtengan de acuerdo con sus aptitudes, la misma oportunidad para lograr su óptimo desenvolvimiento y el éxito entre sus semejantes; y así se enriquezca la sociedad humana con seres útiles.
Estos preceptos en apariencia contradictorios no lo son realmente, antes bien se complementan. La libertad, dicen algunos, es individualista y la igualdad colectivista y estandarizante; debemos rebelarnos a estos conceptos limitativos, “Ser en un sentido no implica, no ser en el otro”; ambos son compatibles. No debemos olvidar, como miembros activos de las prácticas masónicas y por ende perpetuadores de sus doctrinas, que será eterna para la Masonería Universal, la Triada Mística integrada por la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad, la que verdaderamente una a los hombres como verdaderos hermanos, y los lleve a su plena realización.
La formación masónica tiene todos los elementos para lograr ese avance en el ser humano; el masón puede vencer en sus propósitos de perfectibilidad y ayudar a sus semejantes. La tolerancia y la fraternidad deben ser nuestra guía, para evitar toda aspereza o disonancia entre nosotros.
Propugnemos por la paz en lugar de la guerra, por la libertad en vez del libertinaje, por el amor en sustitución del odio, en fin, lo positivo en lugar de lo negativo. Enarbolad esa Triada maravillosa de Libertad, Igualdad y Fraternidad como elementos constructores de una nueva humanidad.
Jose Lopez Sanchez

LA ACACIA




Como el muérdago entre los druidas, la "rama de oro" en las tradiciones greco-latinas, el ramo o las palmas en el Cristianismo y el sauce en las iniciaciones taoístas, la acacia es en la Masonería una planta sagrada que simboliza la resurrección y la inmortalidad. Su verdor perenne y la dureza incorruptible de su madera expresan, en efecto, la idea de la vida inextingible que permanentemente renace victoriosa de la muerte. Todos estos elementos simbólicos se integran perfectamente en la simbólica del grado de maestro, cuyo rito de admisión se centra principalmente en la leyenda que describe la muerte y posterior resurrección del maestro Hiram, modelo ejemplar del iniciado masón. En dicha leyenda es una rama de acacia la que permite "descubrir" la tumba donde yace enterrado el cuerpo de Hiram, expresándose así la identidad simbólica que existe entre éste y la propia planta.
La acacia simboliza el conocimiento de los secretos de los "verdaderos maestros masones", de ahí que se la identifique con la posesión efectiva de la maestría, como bien se dice en el Rito Escocés Antiguo y Aceptado : "¿Sois maestro?", a lo que se responde: "La acacia me es conocida". Como nos dice a este respecto O.Wirth: "Conocer la acacia es poseer las nociones iniciáticas conducentes al descubrimiento del secreto de la Maestría. Para asimilar este secreto el adepto debe hacer revivir en él la muerta sabiduría". Para Aldo Lavagnini (Manual del Maestro, p. 51): "Sólo los maestros 'conocen la acacia', reconociendo la realidad de la vida en la apariencia de la muerte, y por consiguiente sólo los maestros poseen la capacidad de vivificar otra vez el cadáver y volverlo a la plena vida".
Asimismo, para René Guénon las espinas de la acacia (de la que se dice estaba hecha la corona de espinas que portaba Cristo en su Pasión) equivalen a los "rayos luminosos", de ahí el carácter eminentemente solar que conserva esta planta, que está presente en las flores amarillas de la mimosa, considerada como una variedad de la acacia. Como el mismo Guénon dice a este respecto: "Se ve, pues, que el simbolismo tiene siempre perfecta coherencia, como debe necesariamente tenerla, por lo demás, ya que no es el resultado de una convención más o menos artificial sino, por el contrario, se funda esencialmente en la naturaleza misma de las cosas".
Según Jules Boucher, la palabra "acacia" procede el griego akakia, que significa "inocencia", o "ausencia de vicios", aludiéndose así a las ideas de "virtud" y de "pureza", en el sentido iniciático y no simplemente moral de ambos términos. Añadiremos que en la tumba de Hiram la acacia se dispone a veces entre la escuadra y el compás, ocupando así una posición eminentemente "central".
FRANCISCO ARIZA